24 de maig: Com desmuntar les relacions de domini/càstig?

4t i últim acte del cicle de xerrades entorn el càstig i les institucions totalitàries

Avui, dimecres 24 de maig a les 19h de la tarda a la Facultat d'Educació de la Udl (Cappont) tindrem entre nosaltres a l'Enrique Martínez Reguera, pedagog, que ens parlarà dels centres de menors.

Lejos de los focos de la atención mediática, los niños de la calle de Melilla viven una realidad diaria llena de abusos e injusticias. Son niños y adolescentes, en su mayoría de origen marroquí, que migraron solos, y que, una vez en Melilla, huyen o son expulsados del sistema de protección de menores. Sobreviviendo en la calle esperan la oportunidad para colarse, desde el puerto, en alguno de los barcos que zarpan casi a diario hacia la Península //FOTO: Robert Bonet

Dice Enrique Martínez Reguera que la esencia de la pedagogía es la complicidad, "pero hubo un momento en que los educadores se convirtieron en funcionarios y los niños sintieron que se habían quedado sin cómplices". 
Desde los inicios de su carrera, el pedagogo, filósofo, psicólogo y escritor tomó partido "incondicionalmente" por los menores solos, "los niños a los que no quería nadie". 
De 60 años dedicados a la educación, 45 los pasó con ellos: en el barrio madrileño de La Celsa, el gran arrabal chabolista de Madrid en los 70, convertido después en el mercado de la heroína, también para esos niños que a menudo enterró.
Luego se posicionó contra la criminalización de todos esos menores que él acogía en su casa, cuando la asistencia social, dice, "dejó de ser un servicio para convertirse en un agente de control". Según el experto, muchas ONG pasaron a ser fundaciones, que finalmente mutaron a empresas, y hoy, asegura, estamos en la fase de la "pobreza rentable": "Nuestros niños pobres son una de las fuentes de ingresos más importantes del país". 
Durante su estancia en la ciudad autónoma, Martínez Reguera se declara abrumado por lo que ha visto y oído de los niños de la calle de la ciudad: "Se ha desregulado la vida de estos pequeños ciudadanos hasta convertirlos en alimañas. Para que lleguemos a una situación así con niños de 11 años, ¿qué relación hemos creado?", se pregunta. "La solución tiene que ser coherente con la naturaleza del problema. La pedagogía bajo un sistema de miedo es imposible", concluye.